Un fantasma es un ser que nadie ver. Ser invisible es su ventaja y, por eso, es terrible.
Lo que inquita de un fantasma es su intención.
Nadie cree en fantasmas, pero que los hay, los hay. Temen a los fantasmas porque acechan. Porque son sombras en las sombras. Los espectros, creen los humanos, están ahí para atacarlos. Seres oscuros que vienen a absorberles su energía vital. Fantasmas, espectros, espíritu, apariciones, distintas formas de nombrar… a lo innombrable. Pero, también, un fantasma es esa sombra que los nubla, esa angustia que los cubre como un manto invisible. Ese es el trauma que llevan grabado a fuego, esa herida invisible que sólo el que sufre lo puede ver. La realidad, el mundo exterior no es más que el cristal con el que los humanos ven la vida. Si ellos ven la vida a través de un cristal tortuoso y oscuro, verán una realidad tortuosa y oscura. La realidad es una pantalla blanca sobre la que los humanos proyectan su mirada de la realidad. Si proyectan fantasmas, vivirán con miedo. Tal vez la clave para cambiar sus vidas sea cambiar el cristal con el que miran.
La maldad, la crueldad, la ferocidad, la oscuridad son fantasmas que los humanos pueden ver porque creen en ellos. Porque creen que la vida es eso. Pero sus vidas pueden cambiar sustancialmente el día que puedan cambiar ese cristal con el que lo ven.
Con el cristal indicado la vida también se llena de fantasmas, pero fantasmas buenos y de esos que te salvan los papas. Esos fantasmas que están ahí cuidándote las espaldas. Dan miedo, si, dan miedo. Pero vinieron a salvarte.
Clama a mí y yo responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. Dame tu fe, y te mostraré un mundo de maravillas. Dame tu esperanza, y te daré el mundo que siempre soñaste. No se trata de creer o no en fantasmas, sino de poder verlos.
Estamos acá, para ayudarte.
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