Hay algo curioso sobre el miedo: su mayor intensidad no se da antes ni durante un ataque, sino después. El miedo barre con tu seguridad y con tus certezas, ya no sabés quién es quien. Pero incluso cuando la paranoia barrió con todas las seguridades sólo hay dudas, hay un único refugio seguro, el amor.
Cuando el enemigo no tiene rostro, puede esconderse en todas partes. Cuando no se sabe en quién confiar, se sabe de quién desconfiar, de todos. Conocer a las personas por sus acciones es más o menos fácil. Conocerlas por sus intenciones es casi imposible. Las intenciones se esconden detrás de las palabras, los gestos y las acciones. Por eso es complejo reconocer a un enemigo, porque la intención es difícil de ver.
Lo que hace poderoso y peligroso a un enemigo es todo lo que no sabemos de él. Alguien que secretamente tiene la intención de ayudarnos, es un aliado. El que tiene la intención de destruirnos, es nuestro enemigo. La paranoia es una forma de no equivocarse. Desconfiar de todos es la mejor manera de no ser engañado por ninguno. El precio es el aislamiento. Nada más aterrador que un enemigo íntimo. Para reconocer a un enemigo, primero hay que acabar con sus aliados, la negación y el silencio.
El que desconfía no duda, tiene certeza. Dudar es una manera de confiar. Desconfiar es útil, nos preserva de enemigos ocultos. Confiar, es un poco más divertido. Desconfiar de los que más amas, es más trágico que confiar en un enemigo solapado. El paranoico desconfía de todos, el ingenuo confía en todos. El sabio confía en su intuición. ¿Quién es el enemigo?, es el que te condena al silencio y a la soledad. Comprender que lo que se interponía entre los que deseaban y ellos, eran ellos mismos. Ellos mismos son ese enemigo íntimo o la secreta intención de destruirnos.
El enemigo pierde el poder el día en que hay aliados pero a la vez nos volvernos amigos. Sanar esa herida que los partía en dos y volvernos seres íntegros. En es momento es que estamos preparados para dar otras batallas. Ya no consigo mismos, sino contra otras enemigos. Esos que acechan a las almas fuertes.
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