lunes, 16 de diciembre de 2013

Demasiado amor

El adicto cree que su abstinencia termina cuando consume la sustancia a la que es adicto, pero en verdad, en el momento en que termina de consumir ese cigarrillo, se empieza a generar la abstinencia, que irá creciendo hasta volverse insoportable. Esa es la lógica de la adicción: el bálsamo que calmará tu abstinencia, es lo que en realidad te está generando más abstinencia. 
No solo hay adictos al tabaco o al alcohol, hay adictos al trabajo, adictos a la comida, o al hambre, adictos a la soledad, o a la angustia. Hay adictos a otra persona, y hay adictos a su propio ego. Hay adicciones muy extrañas, como por ejemplo la adicción a la adrenalina que experimentan algunos delincuentes. Hay muchas formas de adicción, y todos somos adictos a algo. Lo importante es no dejarse confundir, y entender cuál es la verdadera adicción detrás de la adicción. Las adicciones son difíciles de cortar porque no las vemos como un problema, sino como una solución. Al tabaco, al alcohol, a la comida, a una mala relación, a la adrenalina o al maltrato... sea la adicción que fuere, todas nos garantizan algo: por un rato, vamos a dejar de sentir ese dolor profundo que llevamos siempre como una cruz. 
Uno cree que la adicción tiene una fuerza más poderosa que la voluntad. En realidad el adicto sí tiene fuerza de voluntad. Tiene la voluntad de no sentir ese dolor profundo en su alma. No es a la violencia a lo que es adicto un violento, sino a esa adrenalina que por un rato enmascara su dolor. ¿Por qué una persona lastima una y otra vez a otra? Porque puede. Porque el golpeado lo permite. El adicto sabe muy bien lo que pierde, pero también él, y solo él, sabe lo que gana: una emoción tan fuerte que lo deja aturdido, anestesiado. Todos los adictos tenemos algo en común: todos tenemos demasiado dolor. Y yo sé que ahí donde hay demasiado dolor, hay demasiado amor. Demasiado amor puede ahogar, puede anular. Amar demasiado, o ser demasiado amado, puede ser tan peligroso como no amar, o no ser amado. Pero siempre ahí, donde hay dolor, hay amor. Demasiado amor. Y por eso duele. Cuando un humano sufre, no hay que preguntarle "¿qué te duele?" sino "¿quién te duele?" porque detrás de un gran dolor siempre hay un gran amor.

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